Qué piensa la ciencia sobre los cachuchazos, el fracaso infantil y el desapego paterno

Si eres mujer y por tu boca emana la frase "estoy embarazada", en el 99% de los casos significa que comenzarás a vivir una etapa prácticamente infinita, llena de altibajos, aprendizajes, desafíos y bastante trabajo. Y, cada vez más, lo mismo aplica para los hombres que se convierten en padres, gracias a que nuestra sociedad poco a poco avanza hacia modelos más equitativos en la distribución de las tareas de crianza.

Pero, ¿qué significa realmente dar una buena crianza?, ¿existen datos que indiquen qué es ser buenos o malos padres? En PsicologosOnline.cl recopilamos tres conclusiones recientes realizadas por distintos equipos de investigadores en relación a lo que puede ser más beneficioso durante la crianza de nuestros hijos.

Revísalo a continuación:

La importancia del cariño y apoyo a temprana edad

Los hijos que reciben más apoyo, preocupación y cariño por parte de sus madres antes de entrar al colegio desarrollan mucho más el hipocampo, el cual está asociado al aprendizaje, la memoria y la regulación de las emociones, según una exhaustiva investigación publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences Early Edition.

Así lo explica la doctora Joan Luby, autora líder del estudio y psiquiatra infantil de la Universidad de Washington:

"La relación padre-hijo durante el periodo prescolar es vital, incluso más importante que cuando el hijo es mayor (…) Creemos que esto se debe a la gran plasticidad en el cerebro cuando los niños son más pequeños, lo que significa que el cerebro está más afectado por las experiencias vividas muy tempranamente en la vida".

Es decir, existiría un periodo sensible cuando nuestros cerebros responden más y mejor al apoyo maternal. Incluso si intentamos "ponernos al día" como padres en años posteriores, el efecto nunca será el mismo al conseguido si hubiésemos dado altos niveles de apoyo y cariño en la temprana edad.

La forma en que se obtuvieron los datos fue la siguiente: 127 niños fueron supervisados desde la época en que estaban a punto de comenzar en el colegio hasta el inicio de su adolescencia, escaneando su cerebro a lo largo del tiempo.

Los investigadores midieron los cuidados dados por las madres a través de una observación cercana y puntuando las interacciones grabadas entre las madres y sus hijos.

En las interacciones, a las madres se les pidió completar una tarea al mismo tiempo que evitaban que sus hijos abrieran un regalo envuelto de forma muy atractiva, un escenario que refleja una situación cotidiana similar a cuando un niño busca atención pero la madre está ocupada.

El resultado fue muy interesante: el hipocampo de aquellos niños cuyas madres de mostraron más preocupadas y cariñosas creció dos veces más que el de aquellos infantes cuyas progenitoras estuvieron levemente bajo el promedio en términos de apoyo, preocupación y manifestaciones de cariño.

La cruda verdad tras los clásicos cachuchazos

Aunque muchos proclaman que "las tradiciones existen por algo", lo cierto es que algunas costumbres deberían ser definitivamente erradicadas. Y ése es el caso de los popularmente conocidos cachuchazos, el típico golpe correctivo –más o menos severo—que quizás muchos recibimos por parte de nuestra madre o padre durante la infancia para hacernos espabilar o tranquilizarnos.

Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Texas (Austin) y la Universidad de Michigan reveló que mientras más golpes de este tipo reciben los niños, existen más probabilidades de que estos desafíen a sus padres, experimenten un comportamiento antisocial, agresividad, problemas de salud mental y dificultades cognitivas, entre otros.

En palabras de una de las académicas vinculadas al estudio y profesora asociada en Desarrollo Humano y Ciencias de la Familia, Elizabeth Gershoff:

"Como sociedad pensamos en los golpes correctivos y en los abusos físicos como comportamientos distintos (…) Sin embargo, nuestra investigación muestra que los golpes correctivos están vinculados con los mismos resultados infantiles negativos que el abuso, sólo que a un grado ligeramente menor".

Es decir, un cachuchazo produce a mediano y largo plazo justamente lo contrario de lo que los padres buscan conseguir.

Dime cómo interpretas el fracaso y te diré cómo será tu hijo

Está claro que como padres somos el más claro ejemplo a seguir de nuestros hijos, sobre todo durante sus primeros años de vida. Tomando esto en cuenta, un grupo de investigadores de la revista Psychological Science concluyó que la idea que los niños tienen de su propia inteligencia depende en gran medida de cómo sus padres perciben el fracaso.

En otras palabras, la investigación concluye que la respuesta paterna al fracaso, y no sus creencias sobre la inteligencia, es lo que en definitiva es absorbido por los hijos.

"La mentalidad --es decir, las creencias infantiles sobre si la inteligencia es fija o puede crecer—puede tener un gran impacto en los logros y la motivación", explica la experta en psicología Kyla Haimovitz de la Universidad de Stanford, la autora principal del estudio. "Nuestros hallazgos muestran que los padres pueden apoyar una mentalidad de crecimiento, pero podrían no transmitirlo a sus hijos a menos que tengan una reacción positiva y constructiva ante las dificultades vividas por sus hijos".

Por ejemplo, los padres que típicamente muestran ansiedad y preocupación cuando sus hijos llegan a la casa con una mala nota escolar pueden transmitir la creencia de que la inteligencia es mayormente fija. Los padres que se enfocan, en cambio, en el aprendizaje a partir de la mala nota muestran a sus hijos que la inteligencia puede ser construida a través del aprendizaje y la mejora.

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