Tu ciudad como factor depresógeno
¿Es posible que el lugar donde vives esté contribuyendo a empeorar tu salud mental?
¿Qué tienen que ver tus malestares diarios con el diseño de tu ciudad? Muchísimo, según Jason Byrne, profesor asociado de Planificación Ambiental en la Universidad Griffith, Australia:
"Múltiples investigaciones muestran que vivir en ciudades puede dañar tu salud. Sabemos que un diseño urbano deficiente puede llevar a que las personas sean menos activas físicamente, factor de relevancia en los problemas de peso, obesidad y algunos tipos de cáncer. Pero, ¿sabías que la vida urbana puede también generar una mala salud mental entre sus habitantes?"
Algunos estudios recientes apuntan a la posibilidad de que vivir en las ciudades puede estar asociado con tasas mayores de depresión y ansiedad. Ciertas investigaciones sugieren que algunos aspectos específicos de la vida urbana pueden ser "depresógenos" – en otras palabras, que pueden acarrear una mala salud mental.
Lo que está emergiendo de estas investigaciones es que vivir en ciudades puede doblar el riesgo de sufrir esquizofrenia y aumentar los riesgos de padecer trastornos de ansiedad (en un 21%), los trastornos del ánimo (en un 39%) y la depresión (en un 40%).
El rango de potenciales explicaciones para estos hallazgos incluye asuntos relacionados con el entorno físico de las ciudades, tales como el calor, ruido, iluminación, aislamiento social, e incluso una concentración de personas en riesgo que pueden buscar mejores cuidados médicos en las ciudades.
Entonces, ¿qué puede estar provocando estos malos resultados en salud mental?, ¿pueden los planificadores urbanos hacer algo al respecto?
¿Algunos entornos "juegan con nuestra mente"?
Las luces brillantes, las calles llenas de gente y el ruido incesante de las ciudades pueden aumentar nuestra "carga cognitiva", explica Byrne. Cuando estamos inundados de información, es normal que nuestros cerebros se estresen y nos encontremos mentalmente fatigados.
"Encontrar mucha luz durante la noche, altos niveles de ruido (del tráfico, aviones, fábricas o los vecinos, entre otros), la congestión de personas y vehículos e incluso las altas temperaturas asociadas con las islas de calor urbanas hacen más difícil concentrarnos. También afectan nuestra habilidad de dormir como corresponde".
A veces es difícil escapar de esa sobrecarga cognitiva y "descomprimirse" en las ciudades: generalmente existen menos áreas verdes y menos espacios para escapar de las aglomeraciones; mientras que una mayor densidad de viviendas, el efecto cañón de los edificios altos e incluso el ladrido de los perros pueden incrementar los niveles de estrés.
La académica incluso va más allá:
"Algunos afirman que la presencia de demasiadas botillerías, los altos niveles de basura y grafiti e incluso los jardines descuidados y las instalaciones con mal funcionamiento pueden aumentar el estrés en algunas personas. Se ha descubierto que la presencia de dichos elementos es señal de bajos niveles de seguridad".
Investigaciones recientes también indican que la salud intestinal y la salud mental están relacionadas: un estudio demostró que los mercados de comida fresca son menos abundantes que las tiendas de comida rápida en algunas ciudades. Esta situación puede generar una falta de acceso por parte de habitantes más vulnerables a dietas nutritivas.
El costo de la vivienda es otro factor que puede elevar el estrés. Pero moverse a zonas más periféricas de la ciudad no es necesariamente la mejor solución – hacer esto puede reducir los niveles de contacto social con la familia y amigos.
Cada vez más investigadores están demostrando que el acceso a redes sociales (no hablamos de Facebook ni Twitter, sino las formas de relacionamiento cara a cara) es importante para ayudarnos a superar eventos vitales estresantes. Y no tener a alguien con quien hablar sobre estos temas, que nos apoye en el cuidado de los hijos, o simplemente que esté en los momentos difíciles, puede generar ansiedad y depresión.
Otro tema también importante es la relación de los inmigrantes recién llegados con la ciudad, quienes pueden experimentar distintos grados de discriminación. ¿Qué significa esto? "Que no solo pueden tener niveles más bajos de capital social, sino que también experiencias de maltrato que los dañan de manera preocupante".
¿Cuál es el rol de la planificación urbana en la salud mental?
Jason Byrne aclara: "No podemos culpar a los planificadores urbanos por estos problemas de salud mental, pero sí es cierto que ellos tienen la habilidad y los conocimientos para mejorar la vida urbana". Establecer pautas de diseño urbano, por ejemplo, puede ayudar a asegurar que la gente tenga más encuentros sociales accidentales en espacios como cafeterías, paraderos de buses o parques.
También pueden ser útiles las intervenciones estratégicas como los jardines comunitarios – lugares donde las personas cultivan productos y a la vez generan lazos de amistad. En este sentido, los espacios verdes pueden aplacar el exceso de ruido, calor y luz, además de proveer una vía de escape a las grandes masas de personas.
En barrios más alejados y nuevas urbanizaciones donde sus habitantes dependen mucho más de un vehículo propio, los planificadores harían un gran favor enfocándose en el desarrollo de establecimientos como clubes, centros deportivos y parques. El transporte público es otra intervención importante en este tipo de zonas – un buen acceso también reduce los gastos de trayectos de los hogares.
"Nuestra investigación sugiere que los planificadores urbanos y profesionales del medio ambiente tienen niveles sorprendentemente bajos de conocimiento sobre entornos depresógenos", concluye Byrne. Por lo tanto, todavía queda mucho por descubrir respecto a los beneficios del trabajo conjunto entre urbanistas, psicólogos y trabajadores sociales, entre otros.
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